martes, 16 de abril de 2013

Notas sobre el Socialismo Bolivariano





Maximiliano Basilio Cladakis

   Hugo Chávez fue el primer líder político de relevancia que levantó las banderas del Socialismo tras la caída del Muro de Berlín. En tiempos en que el bloque capitalista había proclamado su triunfo por sobre el bloque soviético, instalando, así, al neoliberalismo (la expresión más radical del capitalismo) como sistema hegemónico a escala global, la reivindicación del Socialismo realizada por el Presidente Venezolano fue una voz discordante que abrió los caminos para que “otro mundo fuera posible”. Sin embargo, el Socialismo Bolivariano planteado por Chávez difería (y difiere), de manera radical, con respecto al Socialismo Tradicional u Ortodoxo que había colapsado entre fines de los ´80 y principios de los ´90. En este sentido, también diferirá con las expresiones minoritarias que, aun siendo opositoras al sistema soviético, comparten varias de sus premisas (como, por ejemplo, el trotskismo). En este artículo, por lo tanto, la definición de “Socialismo Tradicional u Ortodoxo” se aplicará tanto a sus versiones soviéticas como a sus versiones trotskistas.
 Algunas de las diferencias entre el Socialismo Bolivariano y el Socialismo Tradicional diferencias son las siguientes:

La democracia: El Socialismo Bolivariano se legitima como gobierno y como sistema a partir de la voluntad popular expresada a través de comicios libres y transparentes. El Socialismo Tradicional, por el contrario, se opone a este tipo de legitimación (aun cuando, en sus versiones minoritarias, vayan a elecciones donde no logran superar el dos por ciento de los votos) ya que se estaría respondiendo al esquema de una “democracia burguesa”. Es interesante destacar que, tanto el Socialismo Bolivariano como el Socialismo Tradicional, se presentan como críticos de la democracia burguesa y de su carácter exclusivamente formal. Sin embargo, mientras que el Socialismo Tradicional deshecha la democracia formal, el Socialismo Bolivariano la supera dialécticamente agregándole un contenido social, comprendiendo dicho contenido como esencial.

El dogmatismo: Hugo Chávez ha repetido en más de una ocasión que “el Socialismo es una tarea creativa y no un dogma”. El Socialismo Bolivariano se plantea objetivos estratégicos  y tácticos, lo que significa que está abierto a las contingencias históricas. Hay planes y programas, sin embargo, se sabe a sí mismo como un proyecto político que se encuentra atravesado por una historia en perpetuo cambio y en donde lo azaroso e imprevisible se encuentra siempre en estado latente. Frente a los avatares de la historia, se vuelve absolutamente necesaria una alta dosis de creatividad. Como sostenía Maquiavelo en El Príncipe, la virtud del príncipe radica en saber hacer frente a los embates de la Fortuna. Traducido en términos contemporáneos, podríamos decir que el líder político y los cuadros deben estar preparados para enfrentar las eventualidades que pudiesen surgir. Dichas eventualidades, propias del mundo histórico, generan cuestionamientos que no estaban previstos y tareas que no se tenían pensadas. El Socialismo Tradicional, por el contrario, piensa la historia de manera mecánica. Como en el Eclesiastés, para el Socialismo Tradicional: “no hay nada nuevo bajo el sol”. Ya todo está dicho, Marx y Engels, descubrieron las “leyes de la historia”. La disputa no pasa más que por ver quién es el intérprete más adecuado (si Lenin, Stalin o Trotsky). El Socialismo Tradicional se funda, pues, en un corpus cerrado e inobjetable que adquiere el estatuto de un dogma sagrado.

La primacía de la política: Para el Socialismo Tradicional, la política no es más que una parte de la superestructura de una sociedad (al igual que el derecho, la ética, el arte, la religión, etc.). El Socialismo no se presenta como una tarea o proyecto político sino que es el fin inevitable de la humanidad ya que el desarrollo de los medios de producción conllevará necesariamente a una superación del capitalismo y a la abolición de la propiedad privada. El Socialismo Tradicional tiene una fe ciega en dicha tesis, por lo que, en todo caso, lo único que puede hacerse es acelerar o ralentizar ese fin ineludible. El Socialismo Bolivariano supone absolutamente lo contrario. El Socialismo no es el rumbo inequívoco de la humanidad sino una apuesta política. Precisamente, al igual que en Gramsci, en el Socialismo Bolivariano la voluntad ocupa un rol central en la articulación y organización de un sujeto colectivo que aspire al bien común. En este sentido, el Socialismo Tradicional ha tenido, por lo general, un discurso antipolítico, mientras que el Socialismo Bolivariano ha representado la reivindicación de la política en su sentido clásico.

El valor de la tradición: El Socialismo Tradicional es, en más de un punto, heredero directo del iluminismo del siglo XVIII. En este sentido, las tradiciones populares son clasificadas como superstición, ignorancia y demás cuestiones que hacen al “carácter barbárico” de los sectores que las detentan. El Socialismo Tradicional coloca a la razón técnico-instrumental por encima de toda creencia y valor. Esto se ve bien claro en el caso de la religión. En una paupérrima interpretación de la frase de Marx acerca de que “la religión es el opio de los pueblos”, se piensa a la religión como un fenómeno que impide entender la realidad, realidad que sólo es accesible  por medio de la “luz de la Razón”. El Socialismo Tradicional ve en las identidades y características propias de las poblaciones (entre las cuales se encuentra la religión), un impedimento para la Revolución. El Socialismo Tradicional quiere hacer tabula rasa de las particularidades históricas, de las heterogeneidades, para el triunfo la homogenización racionalista, ese sueño tan caro a la modernidad. Al contrario, el Socialismo Bolivariano reivindica las tradiciones populares (incluso las religiosas) y ve en ellas, no el impedimento para el triunfo de la Revolución, sino su condición de posibilidad. Hegel decía que “nada grande se hace en la Historia sin pasión”. La tradición de un pueblo significa, muchas veces, la fuerza espiritual y la fuerza pasional que mueven a la acción. En este sentido, el Socialismo Bolivariano no busca homogeneizar a los pueblos, sino que, a través de los ejemplos de Bolívar, el Che, Cristo, Túpac Amaru, el Pueblo se movilice en pos de su emancipación.

El Pueblo como sujeto de la Revolución: El Socialismo Tradicional sostiene que el sujeto de la Revolución es, esencialmente, el proletariado urbano. La lógica del planteo se centra en el lugar que ocupa dicha clase social en el sistema de producción capitalista. El Socialismo Tradicional es extremadamente determinista y sostiene que la misión objetiva del proletariado industrial es enterrar al capitalismo y construir el socialismo. Esa misión está pautada de antemano y es inevitable. El Socialismo Bolivariano, en cambio, sostiene que el sujeto de la Revolución es el Pueblo. En este aspecto, la lógica con la piensa el Socialismo Bolivariano es absolutamente distinta a la del Socialismo Tradicional. El Pueblo se presenta como el conjunto de sectores que se encuentran en una situación de subalternidad con las elites. Es decir, opera una lógica relacional. La oligarquía y la burguesía no son tales por su lugar en el modo de producción, sino porque detentan el poder fáctico subordinando a sus intereses, el interés general. Precisamente, el Pueblo, como conjunto de clases subalternas, representa una heterogeneidad de sectores (trabajadores industriales, campesinos, desocupados, etc.) que se homogenizan en su relación de exclusión con la oligarquía y la burguesía. En este sentido, el interés del Pueblo es el interés general, no de una clase o sector.

    Estas son sólo algunas diferencias entre el Socialismo Bolivariano y el Socialismo Tradicional. Hay varias más, como la cuestión del internacionalismo, la concepción de la naturaleza, el eurocentrismo, etc. En próximos artículos, seguiremos viendo algunas de ellas.

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