viernes, 2 de marzo de 2012

Los comunistas y la paz: situación y compromiso político

Maximiliano Basilio Cladakis

Introducción

Los comunistas y la paz es una serie de tres artículos publicados en Los tiemposmodernos entre 1952 y 1953. Se trata de escritos de “situación” (no por nada más adelante aparecerá en el tomo VI deSituations). En él, Sartre piensa un hecho concreto, histórico. Como en la mayoría de sus obras, aquí también se compromete. Con la publicación del texto se puso en contra a la prensa, a la opinión pública, al mundo intelectual, incluso llegó a perder amigos (el caso de Merleau-Ponty es el más notorio). El texto causó estupor por su crudeza. En él, Sartre intenta pensar desde el lado del oprimido y llevar esto hasta sus últimas consecuencias. No hay medios tonos, no hay grises, todo se vuelve blanco o negro.

Al escribirlo Sartre pone en práctica su tesis acerca del compromiso situacional. Hay una ética sartriana y esta se corresponde, precisamente, a la tesis acerca de que el hombre se elige a sí mismo en una situación que él no eligió. Para Sartre, las fuerzas históricas operan sobre el mundo de manera vertiginosa, nos arrastran como si fueran olas en medio de un mar tempestuoso; así y todo, nosotros tenemos que elegir dentro de esa ola. La elección sartriana se realiza con un criterio. Este es el que mencionamos antes: estar del lado del más oprimido. En este sentido coincide con Marx en tomar a la lucha entre opresores y oprimidos casi como un absoluto histórico (tal vez el único). Cada situación es distinta pero esta lucha siempre está presente. Bajo esta perspectiva, de lo que se trata es de tener conocimiento de los procesos históricos reales, para así optar.

Con todo, el valor Los comunistas y la paz no radica solamente en documentar la toma de posición de Sartre. Por el contrario, allí aparecen varias tesis que más adelante se profundizarán en laCrítica de la razón dialéctica. Lo práctico-inerte, el grupo en fusión, la serialidad, son conceptos que comienzan a ser planteados aquí, y que serán algunos de los mayores aportes que se harán al marxismo pasada la segunda mitad del siglo XX.

En las siguientes líneas, pues, expondremos tres puntos que aparecen en la obra: el comunismo y el anti-comunismo, la relación entre el Partido Comunista Francés y la Unión Soviética y la tesis acerca de la acción y la pasividad en las masas.

Comunismo y anti-comunismo

Sartre escribe Los comunistas y la paz movido por los hechos acaecidos entre el 28 de mayo y el cuatro de junio de 1952. En la primera fecha el Partido Comunista Francés organizó una manifestación en repudio a la visita del general americano Ridgway, la cual se daba en el marco de la Guerra de Corea. En la manifestación hubo disturbios y actos de violencia. El Estado ejerció la represión sobre los manifestantes. Unas horas más tarde, incluso, llegaron a detener a Jaques Duclos, legislador y dirigente comunista, mientras andaba en automóvil con su familia. Este hecho representó una doble afrenta hacia el PCF. Por un lado, se violó la inmunidad diplomática del legislador. Por otro, el motivo de la detención era absurdo: en el vehículo había unas palomas que un militante le había regalado al líder político para que este asara, la Justicia lo acusó de conspiración alegando que esas palomas tenían como fin ser utilizadas a modo de medios de comunicación con partidarios suyos que actuarían en el ámbito de la clandestinidad. El 4 de junio el PCF llamó a una nueva manifestación en rechazo de estas acciones. Una vez más, el Estado reprimió con violencia a los manifestantes.

Si bien Sartre reconoce que antes de que se realizara la manifestación sólo pensaba que esta no le parecía oportuna y que “temía nuevos motines y muertes inútiles”[1], al enterarse de los hechos, por el contrario, tuvo la sensación de que le acababan de “anunciar una pequeña derrota del hombre”[2]. Precisamente, a partir de ese momento se iniciaría el periodo de mayor cercanía entre él y el PCF. En su voluminosa biografía sobre Sartre, Annie Cohen-Solal señala que esta cercanía se da a partir de un cambio en el contexto sociopolítico de la época. En efecto, son los años del macartismo en Estados Unidos y dicho fenómeno cruza el Atlántico para asentarse en Europa Occidental, la cual, terminada la Guerra y tras la ejecución del Plan Marshal, operaba a modo de satélite de la gran potencia del norte. En los años anteriores Sartre había sido casi enemigo del PCF. Sin embargo el balance de fuerzas había cambiado. Lo que anteriormente era un partido fuerte, poderoso, que había formado parte del gobierno tripartito en Francia, ahora era el blanco débil, el perseguido por la derecha (la cual ya se encontraba consolidada en el poder), lo que desde América se deseaba que fuese extirpado como si se tratase de un cáncer. Sartre escribe Los comunistas y la paz en apoyo del PCF y legitimando su praxis política. Sin embargo, cabe aclarar, dicho apoyo no se trataba de una afiliación, sino de un apoyo “desde fuera”. Sartre apoyaría a los comunistas sin ser él mismo comunista. “El fin de este artículo es declarar mi acuerdo con los comunistas sobre temas precisos y limitados, razonando a partir de mis principios y no de los suyos”[3].

Más de una vez repetirá que el texto está dirigido no a la derecha, sino a la izquierda anti-comunista. Esta izquierda (de la que él formó parte durante los años cuarenta) dice apoyar a la clase obrera, ser marxista incluso, pero no al Partido Comunista, al cual ve como un órgano burocrático que utiliza al proletariado para obtener fines políticos propios. En Los comunistas y la paz, Sartre reniega de esta posición y sostiene que el anti-comunismo termina por ubicar a sus adherentes en la derecha, aún cuando estos sientan que defienden los intereses de la clase obrera. Ubicarse en la derecha es ubicarse en las antípodas del proletariado, es ser su enemigo.

Tanto la manifestación del 28 de mayo como la del 4 de junio, además de ser duramente reprimidas, contaron con una cantidad de manifestantes bastante menor a la que se esperaba. La prensa de derecha como el Fígaro vio en esto una desaprobación de la clase obrera para con las políticas del PCF. Incluso se habló de una “victoria obrera”. Irónicamente, Sartre dice: 

“Porque, en fin, me decía, sobre quien ha podido alcanzar la clase obrera su esa victoria, sobre los patronos y los guardias móviles, es decir, sobre los lectores del Fígaro. Pero no era nada de eso: no, el proletariado no ha vencido a la policía. Ni a la burguesía. Ha triunfado del Partido Comunista – la única organización que le representa en la Asamblea – y de la CGT – la más grande y antigua de las federaciones sindicales –.”[4]
Según Sartre, no sólo la prensa de derecha celebró esta “victoria obrera” sino también la recién mencionada izquierda anticomunista. “Pero lo que va más allá de mi entendimiento es el contento imbecil que testimonian ciertos hombres y ciertos periódicos de izquierda”[5]. Les pregunta entonces: “¿Cómo se puede creer a la vez en la misión histórica del proletariado y en la traición del Partido Comunista, si se constata que el uno vota por el otro?”[6]. Efectivamente, el PCF es el partido al que vota el proletariado. Ir en contra de él, sería ir en contra de la voluntad del proletariado y a favor de la burguesía. 

El PCF y la URSS

Sartre señala cuatro críticas que se le hacen al PCF: utilizar al proletariado para “sacarle las castañas del fuego” a la URSS, representar los intereses de un Estado que quiere entrar en guerra con Occidente, cansar a los trabajadores imponiéndoles manifestaciones políticas y llevar a estos por el camino de la ilegalidad y la violencia. Dichas críticas se realizan tanto desde la derecha como desde la izquierda; sin embargo son sólo funcionales a la primera ya que en ellas se ataca (aunque de manera velada) al proletariado mismo.

Con respecto a la primera, Sartre observa que los intereses del proletariado se encuentran íntimamente relacionados con los de la URSS. A diferencia de la mayoría de intelectuales de izquierda de ese momento, Sartre realiza una defensa de la Unión Soviética. Ella representa un logro para las clases obreras de todos los países ya que la Revolución de Octubre es la primera revolución de tintes proletarios en la historia que logró llegar al poder y mantenerlo. Además, si bien el Estado Soviético aún no es socialista, es el único en contener premisas socialistas. Sartre aclara que un posible desmoronamiento de la URSS no significaría que la Revolución Mundial no vaya a llevarse a cabo. Es decir, la URSS no es un elemento imprescindible para un futuro triunfo ante el capitalismo. Sin embargo esta sirve de ejemplo para las clases revolucionarias en el sentido de que representa una realización histórica de dicho triunfo. Por tanto, “(…) el revolucionario que vive en nuestra época y cuya tarea es preparar la Revolución con los medios que tiene a su alcance y en la situación histórica que le corresponde (…) debe asociar indisolublemente la causa de la URSS y la del proletariado”[7].

En lo concerniente a la acusación de que la Unión Soviética quiere la guerra, Sartre realiza un recuento histórico de las acciones soviéticas desde la Revolución de Octubre. En efecto, observa que estas nunca tendieron a iniciar un enfrentamiento bélico. Por el contrario, incluso actos tan criticables como el “tratado de no agresión” con Alemania* no tenían otro fin que el de evitar la guerra. En todo caso se trata de una nación que está a la defensiva pero que no busca iniciar ninguna guerra; prueba de esto es que en 1952 el Mundo Occidental reconoce que, salvo por la bomba atómica, la URSS posee una fuerza superior. La pregunta es, entonces, “¿Por qué no atacan cuando es tiempo aún, cuando su armamento es superior al del enemigo y cuando le bastan ocho días para que sus ejércitos cubran Europa?[8]”. Sartre observa que en verdad son quienes proclaman la paz como valor absoluto los que utilizan el potencial bélico para consolidar su poder sobre el mundo. Estados Unidos utiliza la fuerza, y si no la fuerza efectiva la amenaza de su utilización, para erguirse como potencia. “Después de la firma del Pacto Atlántico, las imágenes de quietud campestre están asociadas a la vista de un uniforme militar; y el encuentro inopinado de un carro de asalto produce sobre los nerviosos el efecto de una poción calmante”[9].

De la tercera crítica, de la que afirma que el PCF y la CGT cansan a los trabajadores al imponerles manifestaciones políticas, Sartre afirma que en verdad la política y la economía están intrínsecamente ligadas. La separación entre ambos campos surge como tesis de la burguesía para continuar manteniendo su hegemonía en la sociedad contemporánea. “Así, el dominio de lo económico se convirtió en el de la necesidad mientras que el dominio de la política permaneció siendo el de la libertad”[10]. La burguesía presenta a la economía como poseedora de sus propias leyes, las cuales responden a un orden que trasciende la praxis humana. La política no debe influir sobre ellas, ni muchos menos intentar modificarlas. Peor aún si se hace esto en favor de los pobres ya que se incurriría en la demagogia[11]. Sin embargo, Sartre observa que esto no es más que un medio para justificar la desigualdad de clases engendrada por el capitalismo. “Cuando los puritanos hubieron laicizado el comercio y la industria, fue necesario, en ese sector, reemplazar a Dios por una ley de bronce: inflexible, esta ley devolvía la inocencia a los explotadores; divina, justificaba el éxito, se podía probar, gracias a ella, que el rico era bueno y el pobre malo”[12]Por lo tanto, para Sartre el optar por un gremialismo que se atenga solamente a reivindicaciones inmediatas, en vez de tratar de transformar el sistema es también una decisión política. Toda manifestación es un acto político, aunque se intente proclamar a sí misma como contraria a ello. “La verdad es que no puede atenerse a las reivindicaciones inmediatas”[13]. El obrero en la sociedad capitalista es un ser que es en parte hombre y en parte bestia[14].El sindicalismo es una manera, tal vez la única, en que el obrero puede hacerse completamente un hombre. Para este fin, se necesita un conjunto articulado de políticas que abarquen tanto lo nacional como lo internacional, se necesita de la previsión y de la prevención. Cuando se intenta plantear un sindicalismo exento de un compromiso político “se hace del trabajador un vientre hambriento y una boca que grita”[15].

A la cuarta crítica, Sartre la responde sosteniendo que el capitalismo es un sistema que lleva in nuce la violencia. No sería el PCF, entonces, el que lleva hacia la violencia a la clase trabajadora sino que es el sistema mismo el que la lleva a reaccionar de manera violenta. La explotación, la opresión, las condiciones indignas de vida, son parte de la violencia que las clases pobres sufren a diario.Lo que ocurre es que esta es una violencia legal, en tanto la realizada por el proletariado es ilegal. “El obrero es oprimido, hace un trabajo excesivo; y, sin embargo, si piensa en el encadenamiento de las cosas, no encuentra robo ni violencia: todo se ha hecho por las buenas”[16]. Efectivamente, no se ve ningún crimen en ello, incluso, es el obrero quien firma los contratos, nadie lo obliga a servir en una fábrica por un salario mínimo. Para Sartre esto ocurre porque en la sociedad capitalista es la burguesía la que decide sobre lo justo o injusto, la que hace los códigos y la que sienta jurisprudencia. El obrero piensa de la misma forma en que lo hacen sus explotadores y al hacerlo se vuelve funcional a ellos. Piensa a través de sus criterios, de sus principios, llega a sus mismas conclusiones*. Esto hace que cuando pasa del estado de docilidad al de rebeldía, no tenga más opción que la violencia, una violencia radical que vaya contra los fundamentos mismos del sistema.

“Pero ya que la opresión no es un delito visible, ya que la ideología de la clase dominante define lo justo y lo injusto, ya que no se obtendrá nada si no se rompe por la fuerza un orden sagrado, la afirmación por el obrero de su propia realidad, se descubre a sus ojos como una manifestación de violencia”[17].

Acción y pasividad

Si los intereses de la clase obrera son los mismos que los de la URSS (o al menos están en concordancia con ellos) y el PCF representa genuinamente al proletariado, si este no hace sino llevar a cabo la lucha del proletariado junto al mismo proletariado, ¿A que se debe que la clase obrera no haya concurrido a las manifestaciones del 28 de mayo y del 4 de junio en una cantidad como la que se esperaba? Sartre niega la tesis de que este hecho tenga el sentido de una desaprobación por parte de los obreros a las políticas del Partido. Alega, por una parte, que de ser cierto que la clase obrera hubiera deseado desaprobarlas no seguiría votando al PCF para que lo represente. Alega, incluso, que si a un trabajador cualquiera se le pregunta sobre su posición con respecto a ellas, este diría seguramente que está de acuerdo ¿Por qué entonces no hubo la asistencia masiva de otras manifestaciones? Sartre brinda una respuesta a partir del modo en que se presenta la relación “Partido-proletariado”.

“Las masas son acción y pasión a la vez; terminarán cambiando al mundo, pero, por el momento, el mundo los aplasta; su impulso puede ser a veces irresistible pero el frío, el hambre, la represión policial, pueden vencerlos momentáneamente: el Partido es acción pura; tiene que avanzar o desaparecer; es la fuerza de los obreros que están al final de sus fuerzas y la esperanza de los que desesperan”[18].

Las masas son indudablemente el sujeto histórico que revolucionará el mundo. En esto Sartre concuerda con Marx. Sin embargo, el filósofo francés señala que hay ciclos de actividad revolucionaria. Así como hay momentos de gran efervescencia, existen también periodos de reflujo. El campo de lo social tiene sus tiempos y transformaciones, dicho campo, a su vez, ejerce su influencia sobre la clase obrera. Hay un mundo objetivo que genera esperanzas y expectativas de cambios, pero ese mismo mundo también genera desesperanza y temor. Sartre observa que en los periodos de alta actividad política los obreros están dispuestos a perder todo en pos de la transformación social, incluso sus vidas; pero en los periodos de reflujo, cuando las condiciones objetivas son desfavorables para la victoria proletaria, los mismos obreros no se atreven siquiera a realizar una acción que pudiera poner en riego sus trabajos. “El conjunto histórico decide en cada momento nuestros poderes, prescribe sus límites a nuestro campo de acción y a nuestro porvenir real”[19]. Cuando el obrero siente que su acción no tiene ninguna implicancia real sobre el mundo, que no puede cambiar nada y que si un cambio es posible lo es sólo en un futuro lejano, no lucha, no participa en las manifestaciones ya que estas no conducen a ningún sitio. Para Sartre: “(…) mientras queda una probabilidad se come si se puede, se come para batirse; para batirse se acepta el no comer, cuando todo ha terminado se come para vivir y se vive para comer”[20].
Esta tesis haría comprensible la no participación de grandes masas de trabajadores en las manifestaciones mencionadas. El desaliento hace que ellas no participen en la vida pública. La derecha en el poder, el macartismo extendiéndose por toda Europa, la represión policial, los medios de comunicación atacando constantemente al movimiento obrero, son síntomas de un triunfo de la burguesía, lo que implica una derrota (al menos momentánea) del proletariado. El Partido, por el contrario, y como ya dijimos, es pura acción. Esto significa que es él quien, más allá de las circunstancias históricas, mantiene viva la lucha contra el sistema. Está siempre avanzando, constantemente en movimiento, si no desaparece. Esto debe de ser así. Es la esencia misma del Partido. De ahí que el Partido haya organizado ambas manifestaciones. 

En este punto, Sartre comprende al Partido como aquello que organiza y le da unidad al proletariado. Más aún, es la que “hace” al proletariado como clase. Precisamente, Sartre realiza una diferencia entre “masa” y “clase”. Mientras a la primera la define como una exterioridad que “no puede tener necesidades, sentimientos, voluntad, ni conducta”[21]; de la segunda dice que es “movimiento, acción y su grado de integración se mide por la intensidad de la lucha que lleva contra la maniobra burguesa”[22]. La masa, por tanto, se vuelve clase cuando adquiere conciencia de clase, es decir, cuando lucha contra la burguesía. Dicha lucha, por su parte, sólo es posible a partir de la acción organizativa del Partido.

Sartre descree de la tesis acerca de la espontaneidad de las masas. Para él, la miseria y la explotación generadas por la industrialización no llevan directamente a la unidad del proletariado. “Si el proletariado es sólo el deshecho inerte de la industrialización, se derrumbaría en una polvareda de partículas idénticas”[23]. Precisamente, esta inercia (que en la Crítica de la razón dialécticatendrá el nombre de “práctico-inerte” y será uno de los elementos centrales de la obra) representa la atomización de las masas. Uno al lado del otro, los obreros no tienen conciencia de clase, la identidad de intereses y de situaciones no conlleva a la unidad de clase, sino que, por el contrario genera la competencia de un obrero con otro*. “Unidad e identidad son principios contrarios de los cuales el primero une los lazos concretos de las personas y el segundo los lazos abstractos entre los casos”[24]. Es la lucha contra el patronato lo que da unidad a la clase y esta lucha sólo es posible por el Partido, el cual realiza un acto de cohesión entre los obreros. Sartre coincide con Marx en considerar al obrero como un subhombre que sólo se hará hombre al adquirir conciencia de su subhumanidad[25]. En este camino hacia la humanidad el Partido se presenta como absolutamente necesario.

Conclusión

En Los comunistas y la paz Sartre se pone del lado del Partido Comunista, sin volverse él mismo comunista. La toma de posición tiene como razón la persecución a la que dicho partido había sido sometido. Sartre se percata de que en la correlación de fuerzas de ese momento histórico, no apoyar al PCF era ubicarse automáticamente a la derecha ya que no había otra organización de peso a la izquierda. No había ningún otro partido político que representara los intereses de la clase obrera. Ocurre lo mismo con respecto a la URSS. Era el comienzo de la Guerra Fría por lo que fustigar a la Unión Soviética era apoyar indirectamente a Estados Unidos. Si se enfrenta a la izquierda anti-comunista es porque ella incurre (tal vez sin saberlo) en argumentos que utiliza la derecha.

La relación de cercanía entre Sartre y el PCF durará hasta 1956. En ese año el gobierno soviético ordena la brutal represión a Hungría. Sartre denunciará este hecho y romperá con los comunistas. Sin embargo no se “pasará” hacia la derecha. Por esa época comienzan a vislumbrarse nuevos horizontes políticos: es el despertar de los pueblos del tercer mundo. China, Cuba, Argelia, Sartre encontrará en ellos una alternativa de izquierda con la cual comprometerse. Trabajará en Cuba, se entrevistará con el Che y con Fidel, escribirá grandes elogios sobre ellos, los cuales también le valdrán la censura de la prensa. Se adherirá sin reservas al maoísmo y, desde allí, denunciará al capitalismo y a la burocratización del Partido y de la Revolución Soviética.

Por otra parte, su tesis acerca de la función organizativa del Partido con respecto a las masas, se ampliará en la Crítica de la razón dialéctica. Si bien se aleja del PCF seguirá sosteniendo la necesidad de un órgano de cohesión que dé unidad al proletariado en la lucha contra la burguesía. Si en El ser y la nada la conciencia era pensada de manera abstracta, sin los condicionamientos ni determinaciones históricas en las que efectivamente “es” en el mundo, de aquí en más el contexto social será una prioridad en la filosofía sartriana.




[1] Sartre, Jean-Paul, Problemas del marxismo, Martínez Alinari, Josefina, Losada, Buenos Aires, 1968, p. 118.
[2] Ibíd.
[3] Ibíd., p. 119.
[4] Ibíd., p. 58.
[5] Ibíd.
[6] Ibíd., p. 59.
[7] Ibíd., p. 67.
* En el tercer tomo de Los caminos de la libertadLa muerte en el alma, Sartre realiza una crítica implacable a dicho tratado y señala a los comunistas como traicionados por la URSS.
[8] Ibíd., p. 70.
[9] Ibíd., p. 68.
[10] Ibíd., p. 84.
[11] Ibíd.
[12] Ibíd., p. 83.
[13] Ibíd., p. 88.
[14] Ibíd.
[15] Ibíd.
[16] Ibíd. p. 105.
* En este punto es muy interesante la similitud entre lo que dice Sartre y la tesis de Gramsci sobre la hegemonía de clase la cual sostiene que una clase es hegemónica cuando logra imponer sus intereses como interese generales.
[17] Ibíd. p. 106.
[18] Ibíd. p. 110.
[19] Ibíd., p. 130.
[20] Ibíd., p. 131.
[21] Ibíd., p. 144.
[22] Ibíd., p. 145.
[23] Ibíd., p. 142.
* Esta tesis ya aparece en el Manifiesto comunista de Marx y Engels.
[24] Ibíd., p. 143.
[25] Ibíd., p. 146.
[26] Cohen-Solal, Annie, Sartre 1905-1980, trad: Lopez Tobaja, Agustín, Edhasa, Barcelona, 1990, p. 473.

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