José Antonio Gómez Di Vincenzo
En esta oportunidad trataremos el modo en el que Gramsci se encarga de analizar cómo se toman como objeto las filosofías del pasado para la crítica en el Ensayo Popular y en particular, cómo se tratan conceptos filosóficos como el de inmanencia.
Gramsci sostiene que Bujarin en su manual trata toda la filosofía del pasado como un “delirio y una locura”. Esto, para el marxista italiano, constituye un grosero error, una antihistoricismo y un residuo de metafísica. Porque supone que existe un pensamiento dogmático que trasciende las épocas y que sirve de molde a partir del cual juzgar todos los sistemas filosóficos pasados. En síntesis, el antihistoricismo es una posición metafísica. El hecho de que los sistemas filosóficos pasados hayan sido superados no constituye en sí una prueba de que no hayan sido válidos en su contexto histórico. Ellos han cumplido una misión en su época. Su desbaratamiento debe ser leído en términos dialécticos e históricos. El hecho de que hayan desaparecido no puede leerse desde un juicio moral o una cuestión de “higiene de pensamiento” o perfeccionamiento del saber producido desde cierta objetividad o neutralidad.
En el Ensayo Popular se incurre en el mismo error que en toda la historiografía que juzga el pasado como “irracional y monstruoso”. Esta perspectiva, según Gramsci, no tiene ningún valor pedagógico ni puede ser tomada como eje para la formación de los militantes desde la filosofía de la praxis. En definitiva, no puede sostenerse que se es algo verdadero o válido por el sólo hecho de ser contemporáneo, por haber nacido en la época actual y no pertenecer al pasado. “Toda época ha sido un pasado y una contemporaneidad y el ser ‘contemporáneo’ sólo es un buen título para los chistes” (p. 39)
A continuación, Gramsci dice que en el Ensayo Popular se argumenta que se utiliza el término “inmanencia e inmanente” en sentido metafórico pero que nunca se da cuenta de qué significan esos conceptos desde el punto de vista metafórico precisamente
Según el marxista italiano todo el lenguaje es un ámbito en el que pueden encontrarse conceptos residuales que en el pasado tenían otros sentidos y metáforas de todo tipo. Gramsci pone como ejemplo el uso del término “desastre” muy propio de la astrología y hoy utilizado sin hacer referencia específicamente a creencias de tipo astrológico. El gran problema es que el término inmanencia tiene para el materialismo histórico un significado preciso que se oculta detrás de la metáfora y ese significado es el que no se explica en el Ensayo Popular. Para Gramsci, la filosofía de la praxis continúa y depura la filosofía de la inmanencia de todo constructo metafísico situándola en lo concreto de la historia.
Dicho esto, Gramsci dedica un espacio al tratamiento de las metáforas y el uso del lenguaje. Sostiene que el lenguaje “es metafórico respecto a los significados y al contenido ideológico que las palabras han tenido en los períodos anteriores de la civilización”. (p. 40) Gramsci marca un recorte en el sentido que no quiere que todo el lenguaje caiga dentro de la categoría de metáfora. En efecto, sostiene que tal vez no lo sea respecto a los objetos materiales o sensibles. Gramsci no quiere caer en el subjetivismo ni en una forma de relativismo. Al contrario, pretende mantener una verdad basada en la correspondencia entre lo pensado, lo dicho y la realidad, sobre todo para cuando el lenguaje se utiliza como discurso en relación con los hechos.
Gramsci cita el famoso tratado de Michel Breals para dar cuenta de cómo se dan las mutaciones semánticas en determinados grupos de palabras. Un estudio elaborado desde una mirada historicista y crítica. El marxista italiano da cuenta de los peligros que se corren si se pierden de vista ambas posturas. Uno consiste en considerar bello o bellas en sí ciertas palabras descontextualizadas en las que se ven ciertas notas esenciales. Otro error que se desprende de la pérdida de consideración del contexto es aquel en el que cae, por ejemplo, el empirismo lógico al sostener que es posible un lenguaje unificado para las ciencias o cualquier punto de vista que mantenga una postura por el estilo en relación a la utopía de lenguas fijas y universales. Por demás, y también común a la posición del empirismo lógico en este aspecto, otro peligro tiene que ver con asumir una perspectiva como la sostenida por Pareto y los pragmatistas en relación al tema del “lenguaje como causa de error”. (p. 41) Estos intelectuales reaccionan ante el mal uso de las palabras. Consideran que no puede seguir utilizándose nuevos términos que han adquirido dentro de su corriente un nuevo significado particular y específico con sentidos antiguos si se quiere emprender un estudio científico de la realidad. Así, militan por el uso de un diccionario propio. En rigor, los pragmatistas sostienen abstractamente que el lenguaje es causa de error.
Gramsci contrapone su posición a los puntos de vista analizados y sostiene que el lenguaje lejos de ser inmutable, de tener características esenciales, de ser ahistórico y fósil, posee la capacidad de transformarse al transformarse la civilización.
“El lenguaje se transforma al transformarse toda la civilización, al entrar nuevas clases de palabras en la cultura, al envejecer una lengua nacional la hegemonía sobre las otras, etc. y asume metafóricamente las palabras de las civilizaciones y de las culturas precedentes. Nadie piensa hoy que la palabra ‘des-astre’ está ligada a la astrología; nadie se considera inducido a error sobre las opiniones del que la usa. (…) Es probable, por ejemplo, que muchas personas sólo conozcan, comprendan y utilicen por primera vez el término de inmanencia con el nuevo significado ‘metafísico’ que le ha dado la filosofía de la praxis” (p. 41)
En el próximo encuentro nos concentraremos en las cuestiones de nomeclatura de conceptos y de contenido.
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