Maximiliano
Basilio Cladakis
La pregunta acerca de, valga la redundancia,
la pregunta filosófica se abre sobre un horizonte de perspectivas casi
infinitas. Del ti esti socrático a la
pregunta acerca de las condiciones de posibilidad del conocimiento, hasta
llegar a la radicalidad del planteo heideggeriano en torno a una pregunta por
el ser que no recaiga en la pregunta por el ente, la pregunta filosófica
pareciera exceder toda definición que se imponga la tarea de dar cuenta de un
fenómeno que bien puede ser pensado como insondable.
Con todos estos reparos, y consciente de lo
relativo de sus palabras, quien escribe apunta a una comprensión acerca de lo
propio de la pregunta filosófica que se sabe relativa y como una más entre
tantas: pensar la pregunta filosófica como aquella que interpela y es
interpelada por la propia tradición filosófica. En este sentido, la pregunta
filosófica no es una pregunta que se asienta sobre la nada, sino que se funda
sobre un suelo de sedimentaciones históricas que se extiende a través de
milenios.
Desde esta perspectiva, la filosofía se nos
presenta, entre otras cosas, como una tradición. La filosofía como acontecimiento
histórico, surgido hace más de dos mil quinientos años en Grecia, instaló,
pues, un sentido que atravesó (y atraviesa) la historia de Occidente
otorgándole un carácter propio, particular. Desde la fenomenología, solemos
hablar de la institución como un acontecimiento dador de sentido. En este
aspecto, lo acontecido en Grecia significó la emergencia de una institución que
se extiende hasta nuestros días.
Sin embargo, la comprensión de la pregunta
filosófica como una pregunta situada, que se inserta en una tradición, no debe
ser pensada como mera repetición. Por el contrario, el sentido fenomenológico
de “institución” nos revela un doble carácter: lo instituido y lo instituyente.
Nos encontramos, pues, con un doble juego en donde lo heredado y lo novedoso se
constituyen en una dialéctica, en donde los polos aparentemente antagónicos,
convergen en un diálogo permanente, en donde lo instituido es la otra cara de
lo instituyente, y lo instituyente la otra cara de lo instituido.
La tradición no es, por tanto, (y menos la tradición
filosófica), un sistema osificado, sino que tiene un carácter dinámico que
continuamente se reasume y vivifica a través de las necesidades del presente. Dijimos
antes que la pregunta filosofía es una pregunta “situada”. En este sentido, la
pregunta filosófica significa una reasunción y actualización de la tradición
filosófica llevando lo latente que se encuentra en ella a una nueva dimensión.
La pregunta filosófica se abre, entonces, en una doble vía en donde el diálogo
con las obras filosóficas se sitúa en un mundo histórico determinado, con sus
problemas y preocupaciones, ese mundo histórico echa una nueva luz sobre estas
obras, al mismo tiempo que las obras también echan una nueva luz sobre aquel
mundo histórico brindando elementos para su comprensión. La pregunta filosófica,
por tanto, tiene el carácter de una pregunta histórica en donde el pasado y el
presenten se interpelan mutuamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario