Maximiliano Basilio Cladakis
Mario salta un barril. Sólo dos pisos más y la anónima mujer
rubia será rescatada. Durante más de treinta años la historia se
repite. El gorila continúa, incansable, llevando a cabo el
secuestro. El plomero, igual de incansable, parte hacia el rescate.
Los dedos caen sobre una pantalla de vidrio casi de la misma manera
en que lo hacían sobre botones de plástico.
Un rostro sonriente y amarillo levanta un pulgar. Aparece luego de
“Sí”. Un “Sí” que es una de las pocas manifestaciones del
antiguo lenguaje alfabético; esa serie veintisiete caracteres que
practicamente son reliquias del pasado. De la cual, paradojicamente,
la “x”, casi inutil anteriormente, ha adquirido una relevancia
inusitada sobre sus pares, como si se tratara de un acto de venganza
tras dos mil años de espera.
El bar es normal, común, como cualquier otro. El café y las
medialunas son ajenas a todo vestigio de singularidad. Sin embargo,
la pareja sonrie alegremente, como si se tratara de un acto único,
irrepetible, trascendente, no sólo para ellos sino para la
humanidad. Una humanidad que está obligada a decir “me gusta”.
No se trata unicamente de que no existe la posibilidad de que un
individuo diga que “no”, sino que hay un castigo incluso para la
indiferencia. Un nuevo imperativo moral, pues, se elevado como máxima
absoluta. Todo nos debe gustar.
El gato baila con una especie de “tutu” hecho en papel. Suena
una canción pop y los movimientos del felino parecen seguir su
compaz. En realidad no baila, puesto que el único ser vivo que baila
es el hombre. Tan sólo parece que lo hace. Parecer y ser no son lo
mismo, sin embargo la diferencia no importa, tan sólo importa la
risa que debe provocarnos.
La piel de la mujer comienza a enfriarse. El tren está por
llegar a otra estación. El muchacho que está en el asiento de al
lado se levanta. Maldice la inmovilidad de la mujer que no es otra
cosa que un traspie para su apresuramiento. La chica que ocupa su
lugar también la maldice y le comenta la situación a una amiga que
se encuentra de vacaciones a mil kilometros de distancia.
El gorila finalmente cae desde las alturas y Mario festeja su
triunfo.
Un corazón es la respuesta que le sigue al amarillo rostro que
levanta el pulgar.
La pareja está ahora frente a la entrada de un cine y al mundo
entero le gusta.
El gato con el tutú desapareció, en su lugar un joven reversiona
con humor negro una clásica canción de los años ´80.
La piel de la mujer continua enfriándose y continúa sin respirar
como hace seis estaciones atrás.
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